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El éxito de las tropas nacionales
El 15 de abril de 1938, las tropas nacionales del generalísimo Franco alcanzaron un importante logro al llegar al mar Mediterráneo a través de Vinaroz, ubicado en la provincia de Castellón. Una vez más, la zona republicana quedaba fragmentada, al igual que al comienzo de la guerra cuando Asturias, Cantabria y País Vasco se separaron del resto del territorio bajo el control de la República. Este nuevo avance de Franco dejaba a Cataluña aislada del centro y del este de España. Pocos días después, el 23 de abril, las tropas de los generales Valiño, Varela y Aranda avanzaron por la costa en dirección a Valencia con el objetivo de aislar a Madrid. Sin embargo, solo consiguieron conquistar Castellón, ya que en su intento de avanzar más hacia el sur, se encontraron con la resistencia en la ciudad de Sagunto al norte de Valencia.
La situación en la zona Republicana
Mientras tanto, en la zona republicana, la situación era desesperada. La caída del frente de Aragón había dejado a las tropas dirigidas por el general Pozas en una situación precaria. Además, el inicio de la primavera había traído consigo el deshielo de las montañas, lo que dificultaba aún más la movilidad de las tropas republicanas. A pesar de sus esfuerzos por resistir, la zona Norte del territorio republicano ya estaba totalmente perdida y la zona Sur se encontraba amenazada por el avance de las tropas nacionales.
El peso de los bombardeos
En el transcurso de los bombardeos masivos que tuvieron lugar durante la batalla de Teruel, casi todos los hospitales de la zona republicana fueron destruidos, lo que agravó aún más la situación. Las víctimas civiles y militares se acumulaban en las calles, mientras que la falta de recursos y la escasez de alimentos afectaban a la población. A pesar de estas difíciles condiciones, algunos resistentes seguían luchando con determinación, pero la situación era cada vez más crítica.
El avance en las últimas semanas
En las últimas semanas, el avance de las tropas nacionales era imparable. Aunque las tropas republicanas mantenían la resistencia en algunos territorios, como el puerto de Valencia, la toma de Castellón y la llegada al Mediterráneo representaron un golpe decisivo para la zona republicana. La lucha se mantenía en Madrid, Barcelona y Valencia, pero la unión de la zona republicana parecía un objetivo cada vez más lejano. Además, la caída de Barcelona representó un duro golpe para la resistencia republicana, ya que era uno de sus principales bastiones.
El fin de un sueño
Con el avance de las tropas nacionales, el sueño de una España republicana estaba llegando a su fin. A pesar de los esfuerzos y la perseverancia de algunos, la superioridad militar de Franco era evidente. El territorio republicano se encontraba cada vez más reducido, y la esperanza por una victoria cada vez más lejana. En medio del caos y la desesperación, la población civil sufría las consecuencias de la guerra como nunca antes. El final del conflicto parecía cada vez más cercano, y con él, un futuro incierto y doloroso para muchos españoles.
En efecto, Las Torres del Maestrazgo y las fortificaciones que había construido el general Miaja, la Línea XYZ. Será la necesidad de aliviar la presión que sufría Valencia, capital de los republicanos, la que impulsará al general Vicente Rojo, quien ejerce como líder del Estado Mayor del Ejército Popular de la República, a planear una ofensiva contra las tropas nacionales que protegen la mitad sur del río Ebro.
Las fuerzas republicanas
Después de la aplastante derrota de mediados de abril de 1938, el Ejército Popular de la República se había reestructurado y, en Cataluña, se había formado el 29 de mayo el Grupo de Ejércitos de la Región Oriental (GERO), liderado por el general Hernández Saravia. En este grupo se encontraba el Ejército del Ebro, compuesto por alrededor de 100.000 soldados equipados con armamento de última generación procedente de la Unión Soviética y Checoslovaquia, además de tener una fuerte disciplina y una fe inquebrantable en la victoria por su compromiso con el comunismo.
Dicho Ejército del Ebro era considerado un auténtico Ejército Rojo, ya que sus principales líderes eran miembros del Partido Comunista, una formación estalinista que al comienzo de la guerra era minoritaria pero que después de dos años se convirtió en un factor determinante en el bando republicano gracias a su disciplina, el apoyo de la URSS y la eliminación de los comunistas trotskistas del POUM y los anarquistas, además de su convencimiento de que la victoria era más importante que la revolución. El jefe del Ejército del Ebro era el teniente coronel Juan Guilloto León, conocido como Modesto, quien también era miembro del Partido Comunista. El XV Cuerpo estaba liderado por los tenientes coroneles Manuel Tagüeña, el V Cuerpo era dirigido por Enrique Líster (antiguo 5.º Regimiento) y el XII Cuerpo estaba a cargo de Etelvino Vega, todos ellos comunistas. Asimismo, los comisarios políticos de las nueve divisiones y las 29 brigadas que formaban parte de estos cuerpos eran también miembros del Partido Comunista. Vale la pena mencionar que entre estas tropas se incluían cinco brigadas internacionales y la 46.ª División, liderada por el Mayor Valentín González «el Campesino», quien también era comunista.
Estas eran las fuerzas con las que la República esperaba cambiar el rumbo de la guerra. Su primer objetivo, en común acuerdo entre el general Vicente Rojo y el jefe del Gobierno Juan Negrín -quien era socialista, pero que se había rendido a las directrices de Moscú- era aliviar la presión de las tropas nacionales en Valencia, una ciudad bien defendida por Miaja. En función de cómo evolucione la situación, no se descarta la opción de unir los 150 km que separaban las dos zonas en que se encontraba dividido el territorio republicano. Además, en las ideas de Negrín también estaba la idea de prolongar la Guerra Civil y conectarla con el conflicto mundial que se avizoraba en ese entonces. «Resistir es vencer» era el lema del jefe del Gobierno de la República.
Efectivamente, las ambiciones y reclamaciones territoriales de Hitler ponían en peligro la paz en Europa. Durante el verano de 1938, Alemania exigía a Checoslovaquia la entrega de los Sudetes, una región habitada por alemanes. Praga se negaba y resaltaba sus alianzas con Francia, Reino Unido y la Unión Soviética. La diplomacia no parecía funcionar y era muy probable que la guerra fuera inevitable.
Bajo estas circunstancias, a las 0:15 h del 25 de julio, el Ejército del Ebro dio inicio a su ofensiva cruzando el río. Primero en botes y luego utilizando puentes flotantes, el XV Cuerpo de Tagüeña cruzó el río entre Mequinenza y Ascó, mientras que el V Cuerpo de Líster lo hizo entre Mora de Ebro y Amposta. El XII Cuerpo permaneció en reserva. Frente a ellos se encontraba el Cuerpo de Ejército Marroquí, liderado por el general Juan Yagüe, quien en vano había advertido al mando nacional sobre los movimientos de tropas en los días previos. Se creía que el Ebro, con su gran caudal, sería suficiente como defensa.
La ofensiva republicana atravesó la 50.ª División, la más inexperta del Cuerpo de Ejército Marroquí y que tenía a su cargo un frente de 50 km. Los primeros dos días mostraron un avance aplastante de las tropas republicanas, solo siendo rechazados en el extremo sur, en la ciudad de Tortosa, por la 105.ª División, en lo que fue un ataque solo de distracción. 4.000 soldados nacionales fueron hechos prisioneros en los primeros días de la ofensiva.
No pasó mucho tiempo hasta que el bando nacional reaccionó. Yagüe ordenó a su mejor División, la 13.ª «La Mano Negra» (en referencia a su insignia, la mano de Fátima) que cubriera las brechas en la defensa, mientras que los legionarios y los regulares, a órdenes del general Fernando Barrón, cumplían su misión con efectividad. La 13.ª División demostr
2. Batalla de desgaste
Una batalla crucial en la Guerra Civil Española fue la batalla del Ebro, la más larga y sangrienta de toda la guerra. Con una duración de 115 días, involucrando a más de 200.000 soldados en combates aéreos y terrestres, cambió radicalmente el rumbo de la guerra.
El primer y principal objetivo de los republicanos en la batalla fue distraer las fuerzas de Franco de su ofensiva sobre Valencia. Esta táctica funcionó, ya que Franco tuvo que detener temporalmente su avance y dirigir sus esfuerzos a contener el avance republicano en el Ebro.
Al principio, los republicanos avanzaron rápidamente, pero el 3 de agosto el general Modesto ordenó la detención de la ofensiva para consolidar las posiciones conquistadas. Esto marcó un punto de inflexión en la batalla, ya que ahora los nacionales escogerían una estrategia de desgaste, centrada en recuperar progresivamente las posiciones perdidas a costa de una gran cantidad de bajas.
Los detractores de Franco acusan al caudillo de actuar por vanidad, ordenando ataques frontales para recuperar unos pocos kilómetros cuadrados antes en poder de los republicanos. Sin embargo, sus defensores afirman que esta fue una estrategia inteligente para machacar a las mejores fuerzas del Ejército Popular allí concentradas y convertir la batalla del Ebro en el choque definitivo de la guerra.
La contraofensiva nacional para expulsar a las tropas de Modesto del sur del Ebro se desarrolló del 5 de agosto al 16 de noviembre. Aunque inicialmente fue difícil para los nacionales lograr avances significativos, finalmente lograron imponerse gracias a su dominio del aire y su potencia artillera.
La batalla del Ebro también estuvo influenciada por acontecimientos internacionales. El 30 de septiembre, Francia y el Reino Unido firmaron el Acuerdo de Múnich con Alemania e Italia, lo que desvaneció las esperanzas republicanas de vincular la Guerra Civil con el conflicto mundial. Al final, el resultado de la batalla del Ebro fue indeciso, con un balance de más de 75.000 bajas y prisioneros de ambos bandos.
La batalla del Ebro: una derrota que marcó la historia española
La batalla del Ebro fue uno de los enfrentamientos más significativos de la Guerra Civil Española. Esta batalla, que tuvo lugar entre julio y noviembre de 1938, tuvo consecuencias devastadoras y marcó el destino de España durante décadas.
Las consecuencias de la batalla del Ebro
Un mes después de la batalla, el 23 de diciembre, las fuerzas franquistas lograron cruzar el río Segre, seguido por el cruce del Ebro unos días después. Este fue el comienzo de la conquista de Cataluña por parte de los Cuerpos de Ejército Marroquí, de Navarra, de Aragón y del Maestrazgo.
La operación militar dirigida por Franco en la batalla del Ebro fue considerada su acción más brillante durante toda la guerra. Fue caracterizada por movimientos rápidos y certeros. El avance de las tropas nacionales fue imparable: el 15 de enero de 1939, cayó Tarragona, el 26 Barcelona fue tomada sin luchar, y el 9 de febrero, las vanguardias alcanzaron la frontera francesa. El 13 de febrero, el parte nacional de guerra anunció que el conflicto en Cataluña había terminado.
Tanto los republicanos como los nacionales aprovecharon el tiempo después de la batalla del Ebro para recuperar hombres y material. Sin embargo, la desmoralización se había apoderado del GERO, el poderoso ejército republicano, y en la retaguardia se vivía una verdadera descomposición. Como señaló el general Vicente Rojo, «Barcelona se perdió lisa y llanamente porque no hubo voluntad de resistencia, ni en la población civil ni en algunas tropas contaminadas por el ambiente. La moral estaba en el suelo…».
Después de la caída de Cataluña, solo Negrín y los comunistas estaban dispuestos a continuar la guerra y esperar un cambio en la situación internacional. A finales de febrero, el jefe del Gobierno de la República ordenó entregar todos los mandos del Ejército Popular a los comunistas, pero poco después, un golpe interno liderado por el coronel Casado y apoyado por el socialista Julián Besteiro y los anarquistas, puso fin a esta resistencia que solo buscaba prolongar inútilmente la carnicería entre españoles.
El 28 de marzo, las tropas nacionales, que habían estado asediando Madrid desde octubre de 1936, entraron en la capital sin disparar un solo tiro. Y el 1 de abril de 1939, el parte nacional dio por concluida la guerra.
Es importante recordar que España ha logrado una reconciliación nacional desde entonces, a través de la Constitución de 1978. Por lo tanto, terminamos estas líneas con un recuerdo respetuoso a todos los combatientes en la batalla del Ebro de ambos bandos, así como de todas las víctimas, y rogamos que nunca vuelva a suceder.