En la Alemania nazi, durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial, las mujeres eran relegadas a un papel secundario, subordinado a los hombres. Se les veía como meras «paridoras de héroes», cuyo rol principal debía ser cuidar de sus hijos, su hogar y cumplir con sus deberes religiosos. Sin embargo, a pesar de esta ideología machista propagada por el régimen nazi, las mujeres alemanas se vieron beneficiadas por la política militar del Tercer Reich y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, lo que les abrió nuevas oportunidades de empleo y les dio una mayor independencia.
La necesidad de reclutar un gran número de soldados para el conflicto bélico hizo que las mujeres tuvieran que asumir puestos de trabajo antes reservados solo para hombres. Así, se les presentaron diversas opciones laborales en sectores como la industria, la agricultura, el transporte y hasta dentro del ejército, como administrativas, intérpretes, mecánicas, entre otras. Incluso se desempeñaron en roles de vigilancia en campos de concentración.
En 1939, más del 50% de las mujeres alemanas en edades entre 16 y 60 años tenían empleo, siendo contratadas en su mayoría en la industria, que ofrecía salarios más altos que otros sectores. A pesar de las dudas iniciales de Hitler, la incorporación de la mujer al trabajo se aceleró tras las pérdidas que sufrió el régimen durante su campaña en Rusia. Fue entonces cuando se hizo indispensable liberar a más hombres para enviarlos a luchar a los frentes de batalla.
Para 1944, el número de mujeres auxiliares en las fuerzas armadas alemanas ascendió hasta las 300,000, lo que llevó a la creación del cuerpo Wehrmacht Helferinnen Korp, con carácter más militarizado, para movilizar a todas las mujeres mayores de 18 años. Hacia el final de la guerra, las mujeres ocupaban la mayoría de los puestos en áreas como contabilidad, laboratorios, administración y traducción.
Incluso en el ámbito militar, las mujeres se hicieron indispensables, con casi medio millón de voluntarias desempeñándose como wehrmachthelferinnen en las fuerzas armadas, y otras 500,000 sirviendo en la defensa aérea y 400,000 como enfermeras.
En resumen, el régimen nazi, a pesar de su propaganda misógina, vio cómo las mujeres desafiaron los estereotipos de género y se destacaron en diferentes roles y trabajos durante la Segunda Guerra Mundial. Su participación activa en la economía y en el esfuerzo bélico demostró su valía y contribuyó al desarrollo y transformación de la sociedad alemana de la época.
De los datos encontrados se puede concluir que su labor cumplió con creces las expectativas, si bien se sigue centrando más en el heroísmo masculino y se da por hecho que la participación de las mujeres en la guerra se debió a la necesidad y no a las ganas de poder y reconocimiento en una sociedad claramente machista y patriarcal. Como en casi todas las ramas de la Wehrmacht que os he comentado, también fueron creadas unidades femeninas específicas, como el cuerpo femenino de comunicación en la Señal, apodadas las «Radarröschen» (algo así como »florecitas del radar»).
Las fábricas se llenaron de mujeres que reemplazaron a los hombres que fueron al frente de batalla. En la imagen, un grupo de mujeres haciendo globos de barrera en 1943. Foto: Getty.
Noches de Compañerismo de los Camaradas
Los motivos para enlistarse eran variados: muchas mujeres, influenciadas por la propaganda nazi, simplemente querían servir a su país; otras lo hacían para disfrutar de un estatus y un buen salario, y en algunos casos, por el simple deseo de nuevas experiencias viajando a otros países. Una vez reclutadas, las condiciones que debían enfrentar eran difíciles. Mientras estuvieran uniformadas, se les prohibía beber alcohol, cantar, fumar, maquillarse, usar joyas, etc. Podían relacionarse con sus compañeros en las noches de compañerismo de los camaradas (tardes comunitarias con los compañeros). Estas reuniones a menudo terminaban en fiestas con excesivo consumo de alcohol y sexo, lo que finalmente les dio una mala reputación social a estas mujeres.
En su mayoría, procedían de las clases medias y bajas de la sociedad y, en muchas ocasiones, eran miembros de grupos nazis como la «Liga de Muchachas Alemanas», integrada en las «Juventudes Hitlerianas» o la «Liga Nacional Socialista de Mujeres». Estas asociaciones proporcionaban formación y un lugar para socializar, pero también eran una herramienta para el adoctrinamiento que convertía a sus miembros en candidatas ideales para el puesto de auxiliar (helferin) en el ejército.
Sus destinos en las diferentes ramas de la Wehrmacht y las SS fueron variados. En la Kriegsmarine o Marina de Guerra, sirvieron muchas de estas mujeres. Su verdadera incorporación comenzó el 10 de abril de 1941 con la creación del Servicio Auxiliar de Vigilancia Aeronaval. En 1942, se creó el Servicio Auxiliar Naval, compuesto principalmente por mujeres que se ocupaban de las comunicaciones. En 1943, la Kriegsmarine creó su propio servicio antiaéreo femenino, aunque se evitó incluirlas en los equipos de artillería antiaérea.
Liga Nacional Socialista de Mujeres
En la fuerza aérea o Luftwaffe, también sirvieron muchas de estas voluntarias como auxiliares de comunicaciones de señales. Su incorporación comenzó pronto, en 1941. Muchas de ellas provienen de la Reichsarbeitsdienst, una agencia estatal creada para combatir el desempleo entre los trabajadores alemanes, pero que en realidad fue utilizada para nazificar a la población. Estas mujeres desempeñaron funciones de inteligencia aérea,
comunicaciones en operaciones de combate, en puestos de escucha, en estaciones de radar, como operadoras de radio y teléfono, y como criptógrafas.
De acuerdo a los datos encontrados, su labor superó con creces las expectativas. Sin embargo, en la narrativa predominante sobre la guerra se enfatiza más en el heroísmo masculino, y se da por sentado que el papel de las mujeres en la guerra se debió a la necesidad y no al deseo de poder y reconocimiento en una sociedad claramente machista y patriarcal. Como en otras ramas de la Wehrmacht ya mencionadas, también se formaron unidades femeninas específicas, como el Cuerpo Femenino de Comunicaciones en la Señal, apodado las «Radarröschen» (las »florecitas del radar»).
En la Alemania nazi, las mujeres desempeñaron funciones clave en la Segunda Guerra Mundial. Como resultado de la devastación causada por los bombardeos aliados, los líderes nazis decidieron incorporar a las mujeres a la defensa aérea de las ciudades. Esto llevó a la formación de una unidad femenina de élite en las Schutzstaffel (SS), conocida como SS Helferinnen Korp.
En 1942, con la conquista de un gran territorio y la necesidad de más técnicos en comunicaciones, se estableció la formación de esta unidad, abierta a esposas, hijas y hermanas de hombres que pertenecían a las SS. Este fue un medio eficaz para garantizar que solo las mujeres de ascendencia aria fueran admitidas en la unidad.
Poco después, los nazis se inspiraron en una organización paramilitar finlandesa llamada <<Lotta Svärd>>, y expandieron las funciones de la SS Helferinnen Korp para incluir una gama más amplia de responsabilidades. Sin embargo, los requisitos para unirse a esta unidad de élite eran estrictos: las mujeres tenían que tener entre 17 y 30 años y una altura mínima de 1,65 metros, así como una recomendación de un líder de las SS, las Juventudes Hitlerianas o la Liga Nacional Socialista de Mujeres. Además, debían pasar por exámenes teóricos, médicos y raciales antes de ser aceptadas.
Las mujeres de la SS Helferinnen Korp recibían una rigurosa formación en áreas como transmisiones, teléfonos y deportes. Pero también se les enseñaba educación maternal y primeros auxilios. Su régimen de vida era estricto y muchas no lograban completar la formación.
Una vez graduadas y juramentadas, estas mujeres eran enviadas a puestos de responsabilidad en los centros de poder y toma de decisiones del régimen nazi. Se estima que al final de la guerra había alrededor de 9.000 mujeres en servicio activo, y unas 700 fueron capturadas y obligadas a pasar por un proceso de desnazificación.
Otra tarea en la que algunas de estas mujeres sirvieron fue en los campos de concentración y exterminio creados por los nazis en toda Europa. Conocidas como SS-aufseherin, estas mujeres constituían una parte auxiliar de las Schutzstaffel (SS) y estaban a cargo de la vigilancia y castigos en los campos. A pesar de tener un gran poder, su estatus nunca fue igual al de sus contrapartes masculinos, y siempre estuvieron bajo el mando de oficiales masculinos.
Las SS Helferinnen Korp se componían principalmente de mujeres de clase baja, entre 21 y 45 años, que se unieron por convicciones políticas o por el atractivo de un buen salario. Aunque muchas sobrevivientes han relatado la crueldad de estas mujeres en los campos de concentración, siempre estuvieron bajo el control y mando de oficiales masculinos que no querían que la mujer alemana se alejara de sus roles tradicionales en la sociedad.
Además de su labor como defensoras y guardias de los campos de concentración, algunas de estas mujeres también sirvieron como enfermeras en el frente, proporcionando atención médica en los campos de batalla. Sin duda, las mujeres desempeñaron un papel crucial en la maquinaria de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, aunque sus contribuciones a menudo han sido olvidadas o minimizadas en la historia.En Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial, las enfermeras jugaron un papel importante en el cuidado de los soldados heridos. Había cuatro grandes organizaciones de enfermeras: una para católicos, otra para protestantes, el DRK (la Cruz Roja de Alemania) y el cuerpo de »Enfermeras Alemanas del Reich» conocidas como las «enfermeras marrones». Aunque los servicios médicos en primera línea eran atendidos por hombres, las voluntarias del DRK desempeñaban un importante papel cerca del frente.
A partir de 1934, bajo la Ley de Prevención de Descendencia con Enfermedades Hereditarias, el régimen nazi llevó a cabo esterilizaciones forzadas de personas consideradas «defectuosas». Las matronas informaban de cualquier anormalidad en los bebés y se practicaba la eutanasia a los niños con problemas. Además, médicos y enfermeras de los centros destinados a enfermos mentales participaron en el exterminio de sus pacientes en cámaras de gas. Incluso se realizaron terribles experimentos clínicos en prisioneros.
Mientras que muchas enfermeras demostraron su verdadera vocación de servicio, otras participaron en prácticas abominables del régimen nazi. Una de ellas fue la enfermera noruega Gerd Stokke, quien trabajó en la Cruz Roja en Alemania durante tres años antes de ser detenida y finalmente liberada gracias a la Convención de Ginebra.
Tras la guerra, unas 25.000 voluntarias fueron detenidas por los soviéticos, pero solo 5.000 lograron regresar a Alemania. Algunas, como 39 mujeres que fueron condecoradas con la Cruz de Hierro, demostraron valentía en el frente. Sin embargo, muchas mujeres se unieron al movimiento nazi por convicción, contribuyendo de manera consciente y voluntaria al horror del régimen. Otras, por otro lado, pueden ser consideradas víctimas de la abrumadora propaganda a la que estuvieron expuestas durante la juventud. Sin embargo, todas ellas jugaron un papel clave en el sistema de salud nazi durante la guerra.