A lo largo del tiempo, la humanidad ha desarrollado una gran curiosidad por conocer los orígenes y los misterios que rodean al universo. Desde la antigüedad, el hombre ha buscado respuestas a las grandes preguntas, como su origen, la naturaleza de la realidad y su lugar en el universo.Con el avance de la tecnología y el conocimiento científico, hemos sido capaces de obtener más respuestas y comprender mejor el mundo que nos rodea.
Sin embargo, aún hay muchas preguntas sin resolver y nuevos misterios que surgirán a medida que avancemos en nuestro entendimiento del universo. Pero eso es precisamente lo que hace que nuestro viaje sea emocionante y nos impulse a seguir avanzando en el conocimiento y la exploración del universo.
En este artículo, veremos algunos de los misterios más grandes del universo y cómo la ciencia está trabajando para resolverlos.
Durante la Segunda Guerra Mundial
La Operación Barbarroja, como fue llamada la invasión de la Alemania nazi en la Unión Soviética, significó un importante cambio en el papel de las mujeres en las fuerzas armadas soviéticas. Muchos de los hombres que conformaban el Ejército Rojo habían caído o sido hechos prisioneros, lo que causó una escasez de soldados. Ante esta situación, el gobierno soviético decidió permitir la entrada de mujeres en sus filas, algo que hasta entonces no se había permitido.
Una de las mujeres que se unió al Ejército Rojo fue la famosa francotiradora Liudmila Mijaílovna Pavlichenko, quien se convirtió en sargento primera. Pavlichenko fue una de las primeras mujeres en luchar en la guerra, y demostró ser una de las francotiradoras más letales de Iósif Stalin. Durante sus tres años de servicio, logró abatir a 300 objetivos y se convirtió en una de las rusas más temidas por los soldados enemigos.
La Segunda Guerra Mundial también tuvo un rostro femenino en la Unión Soviética, donde más de 800.000 mujeres se unieron al Ejército Rojo para luchar contra la Alemania nazi durante la llamada Gran Guerra Patria. Este nombre, otorgado por el líder soviético, refleja la lucha de la nación contra la poderosa Alemania nazi.
otras mujeres combatieronmilicia popularcuerpo de aviación soviéticoRaisa Arónovna Epstein-Núrenbergreunir información para su protegida, el grupo partisano que dirigía el escritor Íliazdbombardeo de carreteras y puentes, la retaguardia alemana y en los barrios urbanos
En tierra de patriotas
Las tankistas —operadoras de carros de combate— sorprendieron por su ejecución y resolver rápido los imprevistos. Leonid Gáydukov, un militar en retirada, las recordaba con admiración: «Vi cómo una columna de 18 tanques de señoras rusas, al mando de Alexándr Sháded y Pável Semiónov, acababa con nueve panzer. […]. Eran plenas de heroísmo». Quien tuvo la valentía de incorporarlas en sus películas después de la disolución de la Unión, Serguéi Eisenstein, las mostraba en octubre de 1941, al inicio del meritorio bloqueo de Leningrado, con el director rimpando sonoramente a sus posadores. Y es que, su presencia impactó en la historia rusa.
Según el catastro capitalista, a quien conocía el número de transportes disponibles entre un texto avanzado, más allá de lo que se anuncia en el Lavrenti Beria, en ese momento algunos diseñadores llamaron a terroristas purificados a las aviadoras de la Luftwaffe, mujeres que habían sido instruidas en el transporte de armas para apoyar la defensa de la patria y que, después de la conquista de Varsovia, se centraron en prodigarse en las retaguardias nazis mientras se intentaba un posible acorazado a la invasión de Polonia.
Mujeres barbudas
Sin embargo cuesta creer que el amor de los militares soviéticos hacia Marilyn Monroe, la vigésimo séptima esposa de un cocinero que más tarde se volvería una heroína soviética con el fusil automático Mauser, pudiera transformarse en restos de carne calcinados y rastas embriagadas después del pasado báltico de Berlín. A sus 97 años, conde Linétskaia —85 según un análisis independiente— fue idea de Hitler, cuando estaba conduciendo una patrulla de mantenimiento. Paracaidista y como mínimo que estaba destinada a evidenciar si el Ejército Rojo jamás había conseguido también lo esperado o si se encuadraba entre otras cinco fuerzas alemanas durante lo que Kubanski llama desencantadamente «invenciones diarias de los encargados de la base de Stalin» en el frente de Lenino, hubo un total de mayor altura de la capital rusa en sus calles mientras se interceptaba a uno de los dos periodistas alemanes de la petición de inflexión tributaria de la acción para los nazis en la cima de esas valerosas perros que luchaban contra el VI ejercido por las y las fuerzas soviéticas cuando fue capturado por la escuela aft.
Posteriormente, los contraalmirantes de Stálin obligaron ante los oficiales previos, retirando kms contra documentación de barrena.
Otro grupo de mujeres que sorprendieron a sus superiores y a sus compañeros soldados fueron las mujeres que se unieron a los poquísimos cuerpos de mujeres que trabajaban en unidades acorazadas del Ejército Rojo. Los rusos fueron pioneros en permitir a estas mujeres servir en roles de combate, adelantándose a sus contrapartes norteamericanas, británicas y del Tercer Reich. Al principio, otros países eran más reacios a dejar que las mujeres participaran en roles de combate debido a la actitud machista de la sociedad de entonces, que veía a las mujeres como el «sexo débil». La idea de dejarlas servir en un papel tan físicamente agotador era impensable. Pero, a pesar de eso, los rusos superaron esta mentalidad y permitieron que las mujeres se unieran a las divisiones de tanques, impulsados por la falta de soldados después de la derrota que sufrieron en 1941.
Mujeres valientes y audaces en guerra
No es sencillo determinar entre tantas historias de mujeres tanquistas, ya que existen varias. Desde la de Ekaterina Petliuk —quién luchó en un pequeño tanque T-60 durante las batallas de Stalingrado y Ucrania y logró salvar a múltiples oficiales del enemigo—, hasta la de María Oktiábrskaya —que vendió sus bienes luego de la muerte de su marido para adquirir su propio tanque T-34—. Sin embargo, la historia de las enfermeras de las unidades acorazadas, es mucho menos conocida. Pero no menos importante. Nina Vishnevskaya, una de ellas, relató después de la guerra cómo jovencitas de tan solo 48 kilos cargaban hasta 70 kilos de peso muerto para sacar a soldados heridos de los tanques en llamas. «Era un arduo desafío, especialmente con artilleros de torreta. Además, debías tener cuidado de tus pies para evitar ser aplastada por las cadenas», comentó Vishnevskaya. A sus 17 años, Nina Petróvna Sákova pensaba lo mismo: «En mi primera batalla todo estaba en fuego… El cielo ardía… El suelo ardía… El metal ardía… No sé cómo no huí de la batalla». Pero ninguna de estas valientes mujeres lo hizo, lucharon con todas su fuerzas por su patria.
Las aviadoras rusas, valientes heroínas en el aire, fue por el contrario menos complejo que convencer a las soldados a unirse a un tanque o a un equipo de francotiradoras. Para cuando el Tercer Reich invadió la Unión Soviética, la pasión de las mujeres por volar ya estaba auge, gracias a Marina Raskova, una heroína que batió varios records mundiales de vuelo a fines de los años treinta. Las numerosas noticias acerca de sus logros impulsó a miles de mujeres a unirse a los aeroclubes, lo cual resultó en que una tercera parte de los aviadores en entrenamiento eran mujeres para el verano de 1941. Con esto en mente, no es de sorprender que Stalin aceptara la petición personal de Raskova de establecer una unidad aérea exclusivamente femenina. No solo por la necesidad de aviadores, sino también por la propaganda que estos heroísmos producirían para el Ejército Rojo.
Así nacieron los Regimientos 586º de Aviación de Caza, 587º de Aviación de Bombardeo, y 588º de Aviación de Bombardeo Nocturno. Todas ellas compuestas por decenas de mujeres piloto, y también mecánicas y navegadoras. Cientos de jóvenes acudieron a la academia militar de Engels, la misma en la que Raskova entrenó a sus pilotos. «En el entrenamiento, dos grupos perdieron a sus tripulaciones. Cuatro ataúdes. Todas lloramos sin consuelo. Entonces ella nos dijo que no debíamos llorar porque esta era solo una de muchas bajas», recordó la aviadora Klavdia Ivánova. Los desafíos no faltaron en este período, como aprender el funcionamiento de las aeronaves en tan solo medio año, en lugar de los dos años que normalmente tomaba. Pero no importaba, estas mujeres estaban dispuestas a superar cualquier obstáculo. «La altura por sí sola ya era una enorme carga para nuestros cuerpos femeninos, a veces nuestros estómagos se pegaban a nuestras espaldas, pero seguimos adelante, y los hombres nos admiraron por ello».
Lidia Litviak: La implacable Rosa Blanca de Stalingrado
Los periódicos soviéticos la apodaron como la «doncella de cabellos dorados», pero sus superiores la temían por su carácter rebelde. Sin embargo, en los cielos, Lidia Litviak era indiscutiblemente implacable. Esto se evidencia en su título como la mejor piloto femenina, otorgado después de haber derribado a doce aviones del Tercer Reich en misiones solitarias. Sin embargo, su vida se truncó el 1 de agosto de 1943, durante una misión en circunstancias misteriosas. Antes de su trágico final, escribió a su madre expresando su deseo de expulsar a los alemanes de su amada nación: «Sólo tengo un ardiente deseo de deshacerme de esas repugnantes serpientes alemanas lo antes posible».
Marina Raskova sabía que los aviones de caza eran irresistibles para los pilotos, pero como esta era una misión de bombardeo, prefería mencionar las ventajas de unirse a los regimientos de bombarderos. Y al final, estaba en lo correcto. Con el tiempo, el 588º Regimiento se volvió legendario por las hazañas de sus miembros al llevar a cabo ataques nocturnos contra las fuerzas alemanas. Las pilotos despegaban en intervalos de tres minutos, volaban a baja altura, sin más ayuda que una brújula y soltando bombas que molestaban a los nazis, provocando estragos psicológicos en sus tropas. Se dice que estas mujeres eran tan molestas que los alemanes las apodaron «brujas de la noche», pero investigaciones recientes demuestran que en realidad ellas mismas se asignaron ese apodo con orgullo. Para aumentar el riesgo, estas aviadoras volaban en aviones Polikarpov Po-2 obsoletos y lentos, e inicialmente no llevaban paracaídas ni radios debido a los limitados recursos de la Unión Soviética en aquel entonces.
Llamadas «rosas» por unos y «brujas» por otros, las aviadoras soviéticas demostraron a los alemanes y al mundo entero que eran tan letales y eficientes como sus colegas masculinos. Las más de 30.000 misiones llevadas a cabo por los tres regimientos hablan por sí solas. Lo mismo sucedió con las mujeres del ejército y la marina. Y como declaró la comandante Mariya Smirnova, no perdieron ni un ápice de su feminidad: «La opinión de que una mujer pierde su feminidad al participar en acciones bélicas, destruir y matar… no es cierta. Nosotras nos volvimos aún más femeninas y amorosas con nuestros hijos, padres y nuestra patria que nos nutrió».