magníficas construcciones que se levantaron en el siglo XVI, ‘porque huelga recordar que el redescubrimiento de la imagen por Pedro de Soto en 1437 supuso un momento de transformación urbanística y económica para la ciudad’. Además, la devoción al Santo Rostro fue compartida por todas las clases sociales, lo que ayudó a unir a los giennenses en un sentimiento de piedad y en un deseo de progreso.
La majestuosidad de la Catedral de Jaén y su entorno, que cuenta con numerosos balcones, sigue siendo un misterio para muchos, especialmente considerando que la ciudad no era una de las más importantes en la Edad Moderna. Sin embargo, el esfuerzo conjunto de todos los involucrados para llevar a cabo este proyecto arquitectónico y su magnífico resultado, se deben principalmente al Santo Rostro.
Influencia del Santo Rostro en la construcción de la catedral
El Santo Rostro, redescubierto en 1437 por Pedro de Soto, fue un gran impulsor del desarrollo urbano y económico de la ciudad de Jaén en el siglo XVI. Su devoción era compartida por todas las clases sociales de la época, lo que ayudó a unir a los ciudadanos en un sentimiento de devoción y en el anhelo de progreso.
rnGracias espirituales y privilegios económicos permitieron la construcción de la Catedral de Jaén, atrayendo a numerosos peregrinos que llegaban a venerar una de las principales reliquias cristianas. Antes de explorar su singularidad, cabe preguntarse qué es el Santo Rostro y por qué se le venera con tanto fervor. Según la tradición, es una de las tres imágenes impresas en el paño usado por la Verónica para limpiar el rostro de Cristo en su camino al Calvario.
Por lo tanto, es un «acheropita» sin intervención humana, como el Mandylion de Edesa, el Santo Sudario de Oviedo o la Sábana Santa de Turín. Todas estas reliquias directas de Cristo tienen un gran valor simbólico y reciben una gran devoción en consecuencia.
La reliquia del Santo Rostro llegó a Jaén rodeada de leyendas, que la vinculan al primer obispo de la diócesis, San Eufrasio, y a Fernando III después de la reconquista de la ciudad. Sin embargo, historiadores posteriores defienden que fue el obispo Nicolás de Biedma (1368-1378 y 1381-1383) quien la llevó a la catedral. Durante su mandato, Jaén sufrió una de las peores incursiones de los nazaríes de Muhammad V, y el obispo le regaló la reliquia al Papa Gregorio XI como agradecimiento por su apoyo.
En el siglo XV, la reliquia ya se había arraigado en Jaén, como se documenta en la célebre Crónica del Condestable de Miguel Lucas de Iranzo. Pero sería el siglo siguiente cuando la ciudad se convirtió en una importante meta de peregrinación, especialmente cuando cada vez era más difícil viajar a Tierra Santa y Santiago de Compostela se encontraba en una situación precaria. Los peregrinos acudían a Jaén para ver el Santo Rostro durante los dos días de ostensión: Viernes Santo y el día de la Asunción de María, fiesta de la catedral y que coincidía con la feria de la ciudad.
En 1637, Juan Acuña del Adarve escribió «Discurso de las efigies y verdaderos retratos non manufacturados del Santo Rostro y Cuerpo de Christo Nuestro Señor», en el que se resaltaba el papel de Jaén en el peregrinaje cristiano, equiparándola con Roma, Jerusalén y Compostela. Afirmaba que la catedral de Jaén era uno de los principales santuarios de Cristoendad: «Y no es de pasar en silencio que en ella entre los santuarios mayores de la Christinadad, quales son los de Hierusalén, Roma, y Santiago de Galicia, se ponga la Santa Iglesia de Iaén por la singularidad y grandeza de la Santa Verónica que en ella se guarda». También señalaba que la devoción en Jaén superaba a otros lugares sagrados importantes de España y de otras provincias extranjeras como Santiago y Daroca.
El deseo de construir una catedral de piedra y con un carácter monumental se hizo evidente en tiempos del obispo Luis Osorio (1483-1496). Sin embargo, la idea existía desde antes, como lo ratifica el sínodo del obispo Manrique en 1478. La iglesia mayor de la diócesis, matriz de las demás y guardián de la reliquia, merecía un templo adecuado.
Cuando en el siglo XVI se comenzó a planear una nueva catedral en estilo renacentista, se estableció la cofradía del Santo Rostro, en la que hombres y mujeres de todo el mundo contribuyeron con un real de plata a la construcción del templo que albergaría su reliquia. El creciente número de peregrinos también influyó en la arquitectura, y la necesidad de un espacio devocional específico para la reliquia motivó la separación del altar mayor de la capilla, lo que permitió a los fieles moverse sin interrumpir los servicios religiosos. Además, se incluyeron elementos iconográficos relacionados con el Santo Rostro en la decoración de la iglesia, y se llevaron a cabo diferentes acciones para obtener fondos para la construcción, entre ellas el solicitar indulgencias papales.
La Catedral de Jaén y su devoción al Santo Rostro
La devoción al Santo Rostro en la Catedral de Jaén se remonta a tiempos antiguos y es que, según cuentan las crónicas, esta catedral siempre ha profesado una gran veneración hacia esta reliquia, considerada como un acheropita de Cristo, un retrato divino no creado por manos humanas.
La capilla del Santo Rostro
La capilla del Santo Rostro en la Catedral de Jaén fue construida en la segunda mitad del siglo XVI, bajo el mecenazgo de los condes de Coruña y Cintria.
Esta capilla seguía un modelo muy similar al de la famosa capilla del Santo Volto en Roma y, al igual que en esta última, en lugar de reservarse el Santísimo en el sagrario de la capilla mayor, se custodiaba el Santo Rostro, al que se profesaba una veneración igualmente alta.
Tanto la capilla mayor como la capilla de Santiago estaban comunicadas por una puerta, lo que permitía el traslado del Santo Rostro desde su sagrario hasta la sala capitular, protegiéndolo de los fieles que podían acceder a la capilla.
La devoción al Santo Rostro en la Catedral
Pero la devoción al Santo Rostro también se hacía evidente a través de la presencia de los balcones que rodeaban la Catedral de Jaén.
Desde estos balcones, se mostraba la reliquia a los fieles y se realizaban bendiciones sobre la ciudad y los campos que la rodeaban.
Se conocen registros de que la catedral antigua de Jaén ya contaba con balcones desde los que se mostraba el Santo Rostro, aunque en menor número y dispuestos de forma irregular. Sin embargo, estos balcones estaban estratégicamente ubicados para alcanzar el mayor número de fieles posible, abarcando los cuatro puntos cardinales.
La Verónica o Santo Rostro
Según la tradición, el Santo Rostro es uno de los tres retratos que quedaron impregnados en el paño de la Verónica, una mujer que en la vía Dolorosa ofreció su velo a Cristo para que se enjugara el sudor y la sangre de su rostro durante su camino hacia el Calvario.
Uno de estos tres retratos fue venerado en Roma, otro en Jerusalén, aunque se dice que cayó al Mediterráneo, y el tercero se conserva en la Catedral de Jaén.
Se cree que la imagen que se venera en la catedral fue creada sobre la base de una antigua reliquia y, según registros y descripciones, ha sido relacionada con la escuela de Siena, cercana a Simone Martini, un reconocido pintor del siglo XIV.
La ostensión del Santo Rostro en la Catedral de Jaén
La ostensión del Santo Rostro se realizaba dos veces al año en la Catedral de Jaén, y solo en casos especiales se sacaba de su sagrario, como con la visita de reyes, obispos o nobles, o en ocasiones de gratitud o súplica.
Un ejemplo de esto fue en 1755, cuando la catedral se vio afectada por el terremoto de Lisboa. Para dar gracias a Dios por haber sido librados de daños personales, el cabildo acordó que cada primero de noviembre la reliquia se mostrara durante la celebración del día de Todos los Santos.
El ritual de la ostensión
Para evitar excesos, se estableció un ritual para la ostensión del Santo Rostro, basado en ceremonias similares que se realizaban en otros lugares con reliquias sagradas.
Antes de 1731, se mostraba la reliquia desde un balcón adyacente a la catedral, donde los fieles podían tocarla y verla de cerca. Además, se hacían copias o estampas del Santo Rostro en distintos soportes para que los devotos pudieran adquirirlas.
En la actualidad, el Santo Rostro se muestra en la celebración de la Pasión y Muerte de Cristo el día de Viernes Santo, y en la festividad de la Asunción de María, siendo esta última más solemne y concurrida. Se conserva el ritual de antaño, pero la ostensión se lleva a cabo al final de la ceremonia en lugar de al mediodía.
Es evidente que la Catedral de Jaén siempre ha mantenido una gran devoción hacia el Santo Rostro, una reliquia que continúa siendo un símbolo de fe y protección para la ciudad y sus habitantes. Su culto ha pasado a través de los siglos y sigue siendo una de las tradiciones más arraigadas en la catedral más antigua de la diócesis.
Cambios en la ceremonia de ostensión del Santo Rostro
En 1731 ocurrió una gran novedad en esta celebración. A medida que avanzaba el siglo XVIII, los ideales ilustrados comenzaron a tener cada vez más influencia y todo aquello que representaba la devoción popular más profunda fue cuestionado.
El obispo Rodrigo Marín y Rubio (1714-1732) gobernaba la diócesis y no estaba de acuerdo con los excesos en la devoción. Sin dar demasiadas explicaciones, empezó a reformar estas prácticas. Entre otros cambios, encargó un nuevo marco para el Santo Rostro, para reemplazar al antiguo que había sido financiado por Sancho Dávila (1600-1615). El artista cordobés José Francisco de Valderrama creó la obra en 1731, y el propio obispo aportó la plata y las piedras preciosas para su decoración. A partir de entonces, la ceremonia de ostensión cambió, ya que se prohibió tocar la reliquia, lo que sorprendió a todos los asistentes, quienes solo pudieron verla pero no tocarla.
A pesar de las críticas que surgieron tanto en el ayuntamiento como en la corte del rey, no se dio marcha atrás y el nuevo ceremonial fue establecido por escrito. Para facilitar la ausencia de contacto con los fieles, se mostraba en los púlpitos y luego desde los balcones. A medida que la devoción disminuía, Jaén dejó de ser el popular destino de peregrinación que había sido durante siglos anteriores.
En la década de 1980, la ceremonia de la ostensión dejó de celebrarse; no fue hasta el año 2014 que fue recuperada, en la fecha tradicional del Viernes Santo y la Asunción de la Virgen. Actualmente, se muestra cada viernes en la iglesia del Sagrario de la Catedral de Jaén.