
¿Una operación militar en Teruel?
A principios de diciembre de 1937 se corría el rumor en el Ejército del Norte, la gran unidad sublevada que controlaba el frente de Teruel, sobre un gran movimiento nocturno de vehículos en la retaguardia republicana. Esto hizo que sospechasen que podría estar en marcha una importante operación militar en el área. Pero en la guerra, las apariencias a menudo engañan y el Ejército Republicano se mantenía reservado en cuanto a sus movimientos. No obstante, alrededor del 5 de diciembre, estiman que había hasta 29.000 soldados en toda la zona de combate. Además, los informes indicaban una escasez de equipamiento y recursos.
Preparativos en Teruel
Independientemente de los rumores, los sublevados continuaron preparándose para una importante operación en Teruel. La artillería fue reforzada con cañones adicionales y se transportaron varios miles de proyectiles, así como carburante y otros suministros, desde Barbastro a Teruel.
La flota aérea también se prepara
Además, la aviación no se quedó atrás. Entre el 4 y 5 de diciembre, unos 20 aviones llegaron a Teruel procedentes de un aeródromo en la zona de Zaragoza. Otros quince aparatos fueron trasladados a un campo de vuelo en Alcalá de la Selva. Las estimaciones sugerían que había entre 170 y 200 aviones en toda la zona, aunque no todos estaban operativos debido a la falta de repuestos y combustible.
Los republicanos se preparan para el combate
Sin embargo, el Ejército Republicano no se quedó de brazos cruzados. Los patrulleros y milicianos de toda la zona de Teruel fueron movilizados y se cree que unas 16.000 personas fueron enviadas al frente o cerca de éste el 4 y 5 de diciembre.
El Ejército Republicano pide refuerzos
Los republicanos también se encontraban en una situación precaria en cuanto a recursos y equipamiento, por lo que se creía que podían haber solicitado ayuda a otras unidades cercanas. Si se confirma esto, la cifra de 29.000 hombres en la zona de operaciones podría aumentar aún más.
A pesar de todas las incógnitas que rodean el tema, lo cierto es que en Teruel hay movimientos y preparativos que podrían apuntar hacia un inminente enfrentamiento entre el Ejército Sublevado y el Ejército Republicano. Lo que sí es seguro es que pronto se decidirá el destino de esta importante ciudad aragonesa.
, una vez más, la climatología afecta al combate y dificulta la situación de los soldados en ambos bandos. A pesar de las difíciles condiciones, el Ejército Republicano ha llevado a cabo una operación para asfixiar el suministro del Ejército Nacional y cortar su conexión con el resto de la zona rebelde. Sin embargo, el general Muñoz Castellanos ha pedido refuerzos y su solicitud ha sido ignorada. Mientras tanto, en el bando republicano, el general Vicente Rojo ha organizado un grupo de ejércitos con un Ejército de Maniobra que tiene como objetivo ayudar al Ejército del Levante en su ofensiva sobre Teruel. Esto ha llevado a un enfrentamiento en el que el Ejército Nacional no ha valorado suficientemente la situación y se ve superado por las fuerzas republicanas que avanzan desde el norte.
«¡Más frío hacía en Teruel!»
El coronel Rey D’Harcourt, al mando en Teruel, y la 52ª División se percatan rápidamente de la situación y del intento del Ejército Popular de cortar su conexión con el resto de la zona rebelde. Sin embargo, su solicitud de refuerzos ha sido ignorada y el general Muñoz Castellanos se ve obligado a establecerse en Santa Eulalia para evitar ser envuelto por las fuerzas republicanas. Mientras tanto, el Ejército de Maniobra del general Vicente Rojo avanza desde el norte, con el objetivo de cortar la carretera y el ferrocarril que conectan Teruel con Zaragoza, y ayudar al Ejército del Levante en su ofensiva sobre la ciudad.
El asalto a Teruel
El día 15 de diciembre, el Ejército Republicano avanza hacia Teruel desde el norte. El Cuerpo de Ejército XXII, al mando del teniente coronel Juan Ibarrola, cuenta con dos divisiones, la 11, liderada por Líster, y la 25, por García Vivancos, apoyadas por escuadrones, carros de combate y artillería. Su misión es cortar la conexión entre Teruel y Zaragoza, y atacar Teruel desde el norte.
El Consejo de Guerra del Gobierno de la República ha aprobado una orden de operaciones para atacar Teruel el 8 de diciembre, y el 12 de diciembre se firma la Orden General de Operaciones. El objetivo del Ejército Republicano es claro: ocupar alturas al norte de Concud, atacar posiciones enemigas y conquistar el cementerio y Teruel desde el norte.
Un plan en peligro
La 25ª División de García Vivancos, con sus tres brigadas, tiene la misión de conquistar Teruel. Sin embargo, el ataque de Líster no es tan fuerte como se esperaba, lo que retrasa el avance de la 25ª División. La Brigada 100, encargada de ocupar Concud, se equivoca de dirección y no logra su objetivo hasta la tarde. Esto impide a la brigada 116 avanzar y profundizar hacia Teruel, y el objetivo de conquistar la ciudad queda en peligro.
Mientras tanto, el combate continúa en un clima extremadamente frío, dificultando tanto a los soldados republicanos como a los nacionales. Esta situación climatológica complica aún más la situación en ambos bandos, que se enfrentan en una difícil lucha por el control de Teruel.
Por Líster se perdió un día de combate; y, lo que es peor, una oportunidad para el enemigo de descubrir los verdaderos objetivos del Ejército Popular y prepararse para una defensa efectiva, lo que les permitió fracasar en su misión final.
Aunque Líster corrigió sus errores y los transformó en aciertos sobre el papel, su estrategia solo permitió a la 116 Brigada avanzar muy poco. Mientras que él contaba con el apoyo de tanques, las otras dos brigadas tuvieron que enfrentarse directamente a las fortificaciones enemigas con medios escasos y casi sin apoyo.
El día 16 de diciembre, las condiciones climáticas se volvieron extremas, con una tormenta de nieve y viento que dificultaba aún más el avance de las tropas republicanas. Muchos soldados tuvieron que ser evacuados debido a la congelación, lo que mostraba la falta de preparación y condiciones adecuadas para combatir en esas condiciones tan adversas. La principal preocupación de los soldados no era cumplir su misión, sino sobrevivir ante el frío extremo y las heridas autoinfligidas por las duras condiciones.
Además, los rumores sobre el trato diferencial entre las distintas unidades afectaban la moral de las tropas: se decía que a los comunistas se les asignaban tareas fáciles, mientras que los anarquistas tenían que enfrentarse a la peor parte del combate. Esto generaba descontento y hacía que los soldados no siguieran las órdenes con toda la determinación necesaria para un ataque de tal envergadura.
De hecho, los miembros de la División Azul no estaban equivocados cuando en las gélidas estepas rusas se decían unos a otros: «¡Aquí hace menos frío que en Teruel!».
La defensa enemiga no estaba compuesta por una línea continua de trincheras. Por el contrario, en algunas áreas, como Concud y Teruel, se habían improvisado casas para ser utilizadas como puntos de ataque y resguardo. Sin embargo, la zona mejor fortificada era al norte de Teruel, específicamente en la colina de Santa Bárbara y en los cementerios cercanos, donde se habían establecido trincheras, nidos de ametralladoras y alambradas.
En términos de fuerzas y armamento, los republicanos tenían una ventaja abrumadora: se estimaba que contaban con ocho veces más soldados, cinco veces más cañones y una gran cantidad de vehículos blindados. A pesar de que el general Vicente Rojo afirmó en sus memorias que en el frente de Teruel no había indicios de que el enemigo hubiese descubierto sus planes, el coronel Rey D’Harcourt tenía sospechas de que el enemigo sabía acerca del ataque previsto, basándose en los movimientos sospechosos y en la información fiable obtenida de informantes dentro de las líneas enemigas. De hecho, había informes desde el 6 de diciembre sobre grandes cantidades de vehículos enemigos movilizándose durante la noche, y la información se confirmaba con la ayuda de la aviación. A pesar de tener esta información, el Ejército Nacional no tomó medidas defensivas adicionales en Teruel, lo que provocó una situación desesperada para defender la ciudad.
El ataque comenzó a las 7 de la mañana del día 15 de diciembre, con un bombardeo intenso que pretendía no alertar al enemigo. Mientras tanto, las tropas republicanas se concentraban en los cerros cercanos a Muletón y avanzaban hacia la carretera de Zaragoza, tomando posiciones en el campo de aviación y enviando tanques para atacar la línea de defensa del Ejército Nacional en Concud.
Ese mismo día, la aviación republicana llevó a cabo 25 ataques a la ciudad de Teruel. Ante el primer ataque que contaba con más de 10.000 soldados y once tanques de la División de Líster, que aniquilaron a la primera centuria de Falange, el coronel Rey D’Harcourt envió refuerzos, pero no fue suficiente para detener el avance enemigo. Ante la intensidad del ataque, Rey D’Harcourt ordenó a sus tropas que se retiraran y formaran una línea de defensa antes de Teruel, desde Puente del Cubo hasta Corbalán.
El día 19 fue el último en el que se podía caminar por las calles de Teruel, pues los bombardeos republicanos habían dejado la ciudad en ruinas. El día 20, las tropas republicanas lograron entrar en la ciudad. Fue en ese momento cuando Rey D’Harcourt envió un mensaje al general Aranda para explicarle la desesperada situación en la que se encontraban: «Organización defensiva destruida por constantes ataques enemigos». Las fuerzas defensoras fueron forzadas a retroceder ante el ataque republicano y, finalmente, la ciudad cayó en manos de las tropas enemigas.
El coronel apuesta por una defensa dura y heroica de la ciudad , manteniéndose en la vanguardia y ocupando estratégicamente las alturas y edificios de Teruel que pudieran ofrecer una resistencia a la ofensiva enemiga, a pesar de la desventaja en material de guerra y el limitado apoyo externo.
Un mensaje encriptado
Casi completamente reabastecido Estoy encerrado en una población donde me defenderé hasta el último extremo, sin poder garantizar la duración de la defensa dada la situación en el frente y las altas posiciones ocupadas por el enemigo y el material de guerra del que dispone.
El coronel envía un mensaje cifrado de nuevo el 22 de diciembre: «Perdidas posiciones excepto por Corbalán y Mansueto, que aún resisten; cada vez es más difícil defenderme entre otros edificios: Gobierno, Cuartel General del Mando, Guardia Civil, Banco de España, San Francisco.» El coronel es plenamente consciente de la situación que pronto se volverá desesperada, ya que la batalla en las afueras de Teruel se vuelve cada vez más desfavorable para las fuerzas nacionalistas. Todos los esfuerzos desde el exterior, que siempre son insuficientes – y D’Harcourt no entiende la razón – fallan en romper la línea republicana. Parece que el Ejército Republicano también sabe que el Ejército Nacional no ha enviado una gran concentración de fuerzas para evitar la caída de la capital.
Los nacionalistas organizan una defensa inmediata en un grupo de siete puntos muy débiles ubicados en Casa Sastrón, la Bombardera, Calle Mayor, Mercado Nuevo, la Judería, Torre de Ambeles y Fábrica de la Luz; y todos caen rápidamente bajo los ataques republicanos. Dentro de la ciudad, se organizan en tres edificios algo más sólidos: el Consejo Provincial, el Convento de San Francisco y el antiguo Cuartel de la Guardia Civil. El primero, defendido por 25 hombres, recibe la orden de replegarse hacia el cuartel general del mando el día 21. El Convento de San Francisco, situado cerca del Seminario, albergaba una fuerza de unos 150 hombres. Cuando fue ferozmente atacado por fuerzas anarquistas de la 25ª División, y sufrió un 25% de bajas en dos días, el Coronel Barba recibe la orden de replegarse al Seminario el día 23.
El Cuartel de la Guardia Civil albergaba unos 300 hombres. La resistencia es difícil ya que no tenían suficientes provisiones ni medios de combate. En este edificio, que también había albergado a un gran número de civiles, se produjeron feroces enfrentamientos los días 23, 24 y 25. El 26, el capitán a cargo decide informar de la terrible situación al Coronel Rey D’Harcourt, quien prontamente le envía la orden de retirarse hacia el Cuartel General del Mando. Pero fue demasiado tarde, ya que el enemigo lanzó un ataque sorpresa sobre el Cuartel, ocupando todo el edificio y tomando a todos sus ocupantes como prisioneros. A partir de entonces, los dos principales baluartes serían el Cuartel General del Mando, bajo el mando del Coronel Rey D’Harcourt, y el Seminario, bajo el mando del Coronel Barba. Y ambos saben que el destino de Teruel está sellado ya que la asistencia externa no llegará a tiempo y la defensa se volverá imposible.
Por otro lado, parece que las fuerzas nacionalistas erróneamente creyeron que la situación en los baluartes no requería un ataque inmediato, y considerando el poder de la línea republicana, el ejército planeó centrarse y desplegar sus recursos, que enfrentaban dificultades debido a las limitadas opciones de transporte de las rutas de comunicación. Deben haber pensado que era la única manera de asegurar una victoria cierta.
La Cuestión No Resuelta
No podemos evitar preguntarnos qué ocurrió el 31 de diciembre, cuando, ante el profundo avance de las fuerzas nacionalistas, las tropas republicanas estaban en gran peligro, con los nacionalistas ocupando incluso La Muela y las estribaciones del sur; ese día, no había tropas republicanas defendiendo Teruel, ni tropas nacionalistas intentando liberarlo, algo que podrían haber intentado, pero el riesgo era algo que raramente se consideraba en los planes de los generales nacionalistas. El ejército nacionalista podría haber entrado fácilmente y tomado Teruel ese día. ¿Qué salió mal? ¿Fue esa la razón por la cual el General Varela acusó y procesó al Coronel Rey D’Harcourt con tanta prisa y manchó su nombre?
Teruel está condenado a caer. La ayuda no llegará, y sus defensores son conscientes de que sus muros no son los del Alcázar, ni lo es la munición disponible o los recursos; no tenían granadas de mano, solo 1 ametralladora y 1 subametralladora. El 7 de enero, reciben los primeros telegramas del comandante de Teruel dirigidos al comandante de la 84ª Brigada Republicana, solicitando la evacuación de su personal y civiles, de acuerdo con un decreto, desde el 22 de diciembre a las 9 pm. El 7 de enero de 1938, comenzaron las negociaciones que llevarían a la evacuación de civiles y la rendición del baluarte, lo que humillaría al Coronel Rey D’Harcourt a manos de sus propios compañeros de armas. ¿Es posible que esto sea un intento de esos mismos comandantes de ocultar su propia incompetencia al venir en ayuda del hombre que, por algunos, sería aclamado como el héroe de Teruel?
Aunque todos saben que lo que importa para el futuro es ganar la guerra de los manuales literarios, y el Coronel Rey D’Harcourt se encuentra, casi cien años después, con alguien que escriba sobre él.
El Coronel Rey D’Harcourt, bajo procesamiento
Fue el 1 de febrero de 1939 cuando la Sede de Guerra de la España Nacionalista recibió el informe enviado por el General del Ejército del Norte respecto al inicio de un juicio contra el Coronel Rey D’Harcourt. El juez se negaba a juzgarlo por su firme defensa de la ciudad, tomando una posición en la vanguardia y ocupando estratégicamente posiciones y edificios en Teruel que podrían ofrecer resistencia a la ofensiva enemiga, a pesar de la desventaja en material de guerra y el limitado apoyo externo.
Un mensaje cifrado esperando ser descifrado
Me he encerrado en un número muy grande y renovado de población donde me defenderé hasta el final
El coronel de Estado Mayor Mariano Santiago Guerrero fue el juez instructor del caso número 315-1938. Inmediatamente después de la rendición de Teruel, el general Varela, encargado de liberar la ciudad, escribió al general del Ejército del Norte, expresando su decepción ante la conducta de algunos mandos y autoridades en la plaza. También mencionó la valentía de algunos militares y civiles dignos de reconocimiento y recompensa. Varela no dudó en calificar estas actuaciones como cobarde.
En uno de sus famosos discursos por Radio Sevilla, el general Queipo de Llano amenazó al «traidor» Rey D’Harcourt, diciendo que pagaría por su infamia al caer en manos de los nacionalistas.
La viuda del coronel Rey D’Harcourt, Leocadia Alegría Arrillaga, quien también estuvo sitiada en Teruel y compartió el mismo destino, escribió en tres ocasiones al general Franco preguntando por qué se difamaba la memoria de su esposo en la España nacional. Hasta la tercera misiva, no recibió una respuesta fría. ¿Cuál era el motivo de este afán por denigrar al coronel?
Lo que Leocadia desconocía era que, una vez que el régimen impuesto por la guerra perdiera la batalla de los manuales de Literatura, su esposo el coronel Rey D’Harcourt volvería a ser reconocido y su nombre recuperaría el honor perdido en múltiples volúmenes.
Sus compañeros de armas no escatimaron en calificativos contra el coronel defensor de Teruel. El general Varela, a cargo de la liberación de la ciudad, fracasó en su intento de ayudar a los sitiados a pesar de tener órdenes para hacerlo. En un escrito del 24 de enero de 1938, enviado al general del Ejército del Norte, Varela expresó su descontento con la conducta de ciertos mandos y autoridades relacionados con los hechos ocurridos en la plaza. También mencionó la necesidad de aclarar estas conductas y exigir responsabilidades, al mismo tiempo que reconocía el valor de algunos militares y civiles. Su evaluación de la conducta del coronel fue de cobardía.
La viuda del coronel, Leocadia Alegría Arrillaga, que permaneció a su lado durante el sitio de Teruel y sufrió su mismo destino, no temió escribir hasta tres veces al general Franco, preguntando por qué se difamaba la memoria de su esposo en España. No recibió una respuesta fría hasta la tercera misiva. ¿A qué se debía este deseo de denigrar al coronel?
Lo que Leocadia no sabía era que cuando el régimen impuesto por la guerra perdiera la batalla de los manuales de Literatura, su marido sería tema de múltiples volúmenes y su nombre recuperaría el honor perdido.