Boecio,(475-526) era un patricio romano que estaba muy familiarizado con el griego y las obras de Platón y Aristóteles, además de conocer la interpretación de la cultura griega en escritores latinos como Séneca y Marciano Capella. Su trabajo filosófico marcó un cambio en el pensamiento de la antigüedad clásica.
La relevancia de Boecio en el pensamiento medieval
Boecio es un autor que ha sido ampliamente estudiado en la historia de la filosofía, ya que fue capaz de introducir elementos de la reflexión teológica cristiana en el discurso lógico griego. Su desempeño político, su contacto con las fuentes filosóficas antiguas y su participación en discusiones teológicas sobre la naturaleza divina, lo sitúan en medio de una época marcada por profundos cambios políticos y religiosos durante el siglo VI, lo que inevitablemente influyó en su trabajo intelectual.
Sus obras reflejan estos aspectos, ya que incluyen comentarios y traducciones de la obra lógica de Aristóteles, además de una serie de tratados teológicos breves en los que se plantea la pregunta sobre si las «categorías» aristotélicas son suficientes para hablar de la naturaleza divina. Por último, destacamos su tratado más famoso, «La consolación de la filosofía», que se ha convertido en uno de los textos más conocidos y traducidos de un filósofo tardío antiguo.
La originalidad de Boecio en cuestión
Algunos autores han cuestionado la originalidad de Boecio debido a la multiplicidad de recursos presentes en su obra y la gran variedad de temas que aborda. Se ha planteado si su labor como traductor implicaba una interpretación personal de Aristóteles o Nicómaco de Gerasa (siglo I), si sus tratados teológicos breves eran simplemente notas para discusiones privadas que no pretendían trascender al ámbito público, y si «La consolación de la filosofía» era simplemente una compilación de recursos literarios que podían encontrarse en otros autores latinos. Incluso, algunos historiadores argumentan que la popularidad de Boecio en la Edad Media se debe en parte a la falta de acceso a los textos originales de la filosofía antigua a los que se refiere en su obra.
El origen del significado de los términos
A pesar de estas críticas, Boecio sigue siendo un autor fundamental para la comprensión del pensamiento medieval. Como traductor de Aristóteles, senador y víctima de una conspiración, su trabajo se caracteriza por su esfuerzo por establecer el significado de los términos lógicos, así como por discutir las diversas acepciones de expresiones complejas como «ciencia» o «naturaleza». Además, se cuestiona si es posible tener un conocimiento divino que abarque y prediga el desarrollo de los acontecimientos del mundo en medio de la inestabilidad de los asuntos humanos, sometidos a los caprichos de la «fortuna» y las acciones políticas que afectan la integridad de las personas.
Según Boecio, este tipo de conocimiento va más allá de la sucesión del tiempo, ya que abarca todos los acontecimientos simultáneamente. Aunque desde una perspectiva aristotélica la sustancia es el resultado de la unión entre materia y forma, y su conocimiento se realiza a través de la percepción sensible de los objetos en la naturaleza, cada objeto tiene características como cantidad, cualidades, relaciones y circunstancias específicas (como su posición en relación a otros objetos o su ubicación en el tiempo). Todas estas características se reflejan en el lenguaje a través de nuestras percepciones de los objetos. Esta teoría del origen del significado de los términos se basa en Aristóteles, y Boecio la comparte, aunque va un paso más allá al afirmar que existe una naturaleza divina que carece de las características de las sustancias y que, por lo tanto, no puede ser aprehendida a través de la predicación categorial.
La naturaleza divina según Boecio
Este concepto puede haber sido influenciado por la teología negativa de Pseudo-Dionisio, un autor desconocido que solía identificarse como un discípulo griego de la Atenas del siglo I que conoció a San Pablo. Sin embargo, no hay certeza de que Boecio tuviera acceso a los escritos de este autor, ya que no se ha comprobado la circulación de sus obras en los textos griegos contemporáneos de Boecio. Sin embargo, su trabajo demuestra que era un intelectual que combinaba elementos de la teología y la filosofía para desarrollar su propia perspectiva única, lo que lo convierte en una figura relevante en la historia del pensamiento medieval.
Boecio no consideraba la existencia de formas puras al estilo platónico, ni creía que existieran fuera de la naturaleza de los objetos singulares. Para él, las formas estaban presentes en los objetos combinados con la materia y el intelecto humano podía acceder a ellas a través de sus facultades perceptivas y referirse a ellas en el lenguaje mediante términos simples, enunciados complejos o silogismos, de acuerdo con el pensamiento aristotélico.
Al leer los textos de Boecio en paralelo, podemos encontrar elementos que exponen la teoría de la significación aristotélica pero también introducen atributos que van más allá del lenguaje, de la composición sustancial y del acceso que nuestro conocimiento tiene a las formas imbricadas en la materia.
Por lo tanto, la exposición boeciana de la división de las ciencias, inspirada en la distinción aristotélica que encontramos en la Metafísica, propone tres sentidos del término «ciencia» que representan diferentes objetos del conocimiento, así como los distintos métodos utilizados por cada ciencia. Todas las ciencias son «especulativas» ya que se basan en las imágenes que nuestras facultades anímicas elaboran de los objetos percibidos o de las nociones más generales. Esto explica cómo el pensamiento se desarrolla a través de «semejanzas» que se expresan en el lenguaje y se representan en los conceptos.
Según Boecio, existe una ciencia natural caracterizada por el movimiento y la materia, cuyo conocimiento es inseparable de los objetos. Luego encontramos la ciencia matemática, que es abstracta y carece de movimiento, ya que sus conceptos pueden separarse del objeto, como es el caso de la línea o el número, que se conocen sin necesidad de otros objetos. Finalmente, está la teología que carece de materia, de movimiento y está separada de todos los objetos.
En este punto, Boecio introduce una compleja distinción que da origen al pensamiento filosófico como lo conocemos hoy en día. La diferencia fundamental es entre el sujeto que piensa y conoce los objetos de acuerdo con las condiciones en que estos mismos objetos son percibidos o denominados en el lenguaje.
Por lo tanto, desde el punto de vista de los objetos, la ciencia posee las condiciones que hemos descrito antes, pero desde el punto de vista del sujeto, es posible conocer lo que carece de soporte material, lo divino. Esto puede distinguirse de las sustancias particulares, como los conceptos matemáticos, y de aquellos objetos que no son sustanciales o físicos.
La ‘naturaleza’ de Boecio
Boecio expone cómo la ciencia busca el estudio de las «formas» que dan origen a la esencia (id quod est) de las sustancias y cómo estas formas existen en los objetos que percibimos (in quo est). Por ejemplo, una estatua está formada por el bronce, que actúa como soporte material, y una forma creada por el artista para darle una figura específica.
De esta forma, en un mismo objeto encontramos la esencia que hace que una estatua sea como es, mientras que el bronce sirve como soporte para la manifestación de esa forma esencial, tal como existe en ese objeto particular. Esta unión implica también la unidad de partes constituidas materialmente por sus relaciones, de la misma manera que la forma anímica esencial del ser humano se manifiesta en un cuerpo con distintas partes y dotado de capacidades que constituyen su parte más perfecta, tal como lo afirmaba Aristóteles y consideraba Platón como superior a la naturaleza.
Este mismo ejercicio se encuentra en la exposición acerca del término «naturaleza», que se aplica a todos los seres corpóreos o sustancias, así como a cada una de las sustancias singulares según sus cualidades, propiedades o facultades. Naturaleza también se refiere al «principio del movimiento por sí mismo y no por casualidad», lo que equivale al término griego physis, que representa cualquier cosa que tenga la capacidad de transformarse por sí misma.
Otro sentido del término se aplica a los seres no corporales, pero de manera equívoca, ya que estos seres no poseen materia. Se trata de un ejercicio especulativo que nos permite distinguir los diferentes sentidos de un mismo término según las condiciones propias de cada objeto y las formas esenciales, tal como las presentan las distintas disciplinas o ciencias.
La consolación de la filosofía
La correspondencia entre los modos de conocer y la naturaleza misma, que es conocida por el intelecto humano de acuerdo con sus propias capacidades y se manifiesta en el orden del lenguaje, es un gran logro que Boecio alcanza en su obra La consolación de la filosofía. Sin precedentes para su época, este tratado logra exponer un ideal de vida intelectual junto con la reflexión sobre un conocimiento que está más allá de los límites de las facultades anímicas humanas.
En esta obra, un hombre abandonado a su suerte en una celda recibe la visita de una dama que lleva un vestido en el que se pueden ver las palabras (Theta) Teoría y (Pi) Práctica, que aluden a la antigua división de la filosofía especulativa. Esta mujer, que se encuentra en un estado de repulsión y furia, representa… la filosofía.
Aplaude a las musas que siguen a este hombre en su recámara, ya que no creen que consolarán al prisionero como ella puede hacerlo.
El mencionado interlocutor luego cuestiona a la dama, ¿por qué en este mundo se da la espalda a la ciencia en favor de otras recompensas como el poder y la gloria? La dama responde por medio de su discurso en prosa y verso, expresando las siguientes ideas: (i) la filosofía es una forma de tratamiento que educa para reconocer la situación de nuestro entorno cercano y las causas que afectan nuestros esfuerzos individuales; (ii) la filosofía explica las relaciones entre comunidades políticas, en las cuales prevalece más la adulación que las acciones razonadas con corrección; (iii) a modo de ejemplo nombra a filósofos de la Antigüedad como Platón y Sócrates, considerando que otros filósofos son superfluos.
Al final, es importante mencionar uno de los aspectos más olvidados de la obra de Boecio, su neopitagorismo. Influido por los principios matemáticos de Nicómaco de Gerasa, Boecio escribe numerosas obras dedicadas a lo que él llama «las cuatro vías» del estudio de las matemáticas: aritmética, geometría, astronomía -posiblemente perdida— y la música.
Estas obras reflejan las limitaciones de su época en cuanto a la manera en que los conceptos matemáticos se relacionan con el lenguaje, como los principios más accesibles para la mente y parte esencial de la forma de los objetos que percibimos. Desafortunadamente, la importancia de estas obras matemáticas ha sido minimizada por su énfasis en la lógica, y se encuentran principalmente en manuscritos y obras antiguas.
Es justo afirmar que Occidente aprendió los fundamentos de las matemáticas antiguas gracias a estas obras, que fueron enriquecidas por tratados en árabe, orientales y andalusíes dedicados a la especulación pura sobre los conceptos matemáticos.
En resumen, la obra de Boecio sentó las bases para la estructura básica de la educación y el intercambio del pensamiento teórico al mismo tiempo que profundiza en los fundamentos del pensamiento teológico, que encontró en el patricio romano una forma de expandirse y debatir en su interior.